La manipulación del drama de los sirios y el olvido de los otros refugiados

Alemania prometió dar prioridad a los sirios que demanden asilo, Turquía creó un status especial para sus vecinos y EEUU, Canadá, Australia y Reino Unido anunciaron cuotas especiales para los que escapan de ese país árabe. Pero los sirios sólo representan la mitad de los refugiados recién llegados a Europa y tras su drama se esconden otros.

«Es entendible que haya una preocupación especial por Siria, es uno de los conflictos más violentos de los últimos años. Pero hay una tentación peligrosa de reducir la situación actual de los refugiados al conflicto en Siria», alertó Hernán Del Valle, Responsable de Asuntos Humanitarios de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Amsterdam.

«Algunos gobiernos que no quieren aceptar muchos refugiados están reduciendo los números de la crisis a la situación de los sirios», agregó el trabajador humanitario argentino en diálogo con Télam.

Especialmente tras la difusión hace tres semanas de la foto de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años que apareció ahogado boca abajo en la arena de una playa turca, medios de comunicación y gobiernos europeos equipararon la crisis de refugiados en el Viejo Continente con la profundización de la guerra civil siria.

Dirigentes políticos europeos y de otros países ricos han argumentado a favor de recibir más refugiados y aumentar la ayuda describiendo las atrocidades y la violencia que viven diariamente millones de sirios hace más de cuatro años, cuando una ola desenfrenada de represión estatal dio paso a una guerra civil que hoy involucra a potencias de todo el mundo.

Algunos, como el gobierno francés, incluso vincularon la crisis de refugiados con el crecimiento y la expansión del Estado Islámico (EI), la milicia extremista que controla más de un cuarto de Siria e Irak y que, según un coro de analistas, expertos y líderes de Estados Unidos, es el nuevo enemigo número uno de las potencias occidentales, destronando a Al Qaeda.

En la cumbre de jefes de Estado y gobierno de la Unión Europea (UE) de esta semana, al discutir cómo enfrentar la actual crisis de refugiados, Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo, advirtió que «los conflictos en Medio Oriente, especialmente en Siria e Irak, no terminarán pronto».

La construcción de estos relatos lineales y simples ha sido tan fuerte que el domingo pasado el Daily Mail, uno de los tabloides británicos más sensacionalistas y que ha mantenido un discurso más xenófobo en los últimos meses, tituló, indignado, en su tapa: «4 de cada 5 migrantes no son sirios».

El tabloide británico, que utilizó incorrectamente datos no actualizados, no fue el único medio que en los últimos días creyó revelar una cínica y maquiavélica manipulación del drama sirio.

El miércoles pasado el diario norteamericano The Washington Post denunció que «muchos migrantes» se hacen pasar por sirios en Europa para conseguir asilo político.

El matutino destacó entre los impostores a iraníes, paquistaníes, egipcios, somalíes, tunecinos, indios y kosovares, y aclaró: «provienen de países con mucha pobreza y violencia, pero no guerra».

De un plumazo, el respetado diario estadounidense reescribió la definición internacional de refugiado, que protege hace casi 50 años a cualquier persona que haya escapado de su país por temor a «ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas».

Además, según la experiencia en el terreno de MSF, «no es tan fácil hacerse pasar por sirio. No digo que haya casos, pero creo que este tipo de discurso está un poco inflado», explicó Del Valle.

De a poco, poderosos sectores políticos y mediáticos están imponiendo la idea de que es imposible para Europa absorber a los más de 505.600 refugiados que llegaron al continente en lo que va del año, es decir, a un universo demográfico que no alcanza el 0,1% de la población total de la UE.

Al mismo tiempo, muchos se concentran cada vez en el conflicto en Siria y, en menor medida, en la lucha en Irak contra la milicia del EI.

Pero los sirios representan el 51% de los refugiados recién llegados a Europa y los iraquíes apenas el 3%, según el Acnur, la agencia de la ONU especializada.

Uno de los grupos más olvidados en esta historia son los afganos.

Representan un 14% y escapan de un país que ha sufrido en los últimos 36 años dos largas ocupaciones militares extranjeras -primero soviética y luego estadounidense- una guerra civil y la persecución islamista del régimen talibán.

Antes del inicio de la guerra civil siria en 2011 y tras diez años de ocupación estadounidense, los afganos representaban el segundo grupo de refugiados en el mundo, sólo superados por los más de cinco millones de palestinos, la mayoría de ellos hijos y nietos de los que escaparon de lo que hoy es Israel entre 1946 y 1948.

Actualmente un cuarto de los refugiados en el mundo son afganos y viven en su mayoría en los países vecinos de Pakistán, otro territorio azotado constantemente por la violencia sectaria y religiosa, e Irán.

Del Valle trabajó en Afganistán en 2003 y 2004 y recuerda que en ese momento dominaba un «relato de normalización» que sostenía que la mayoría de los refugiados afganos habían vuelto al país tras la caída de los talibanes y la instalación de Estados Unidos.

«Se redujo la ayuda internacional a los refugiados afganos, pero lo que pasó es que parte de esa gente volvió a desplazarse dentro del país o salió del país», recordó el trabajador humanitario.

La violencia nunca cesó para los afganos, sin embargo, amparados en el discurso liberador de Washington, los campos de refugiados fueron desmantelados en los países vecinos.

En Pakistán muchos fueron recibidos por las mismas tribus, divididas sólo por la frontera, mientras que en Irán, la República Islámica otorgó la residencia permanente a muchos de ellos.

Como pasó con los sirios, las potencias se desentendieron de la situación de los refugiados afganos y dejaron que los países vecinos en Medio Oriente cargaran con la responsabilidad y el peso de millones de personas desarraigadas y sin recursos.

Por primera vez Europa ya no puede mirar para otro lado. Los errores de sus políticas estallaron en sus fronteras.