Vietnam conmemoró hoy el 40 aniversario de la caída de Saigón, actual ciudad Ho Chi Minh, episodio histórico que puso fin a una guerra que se prolongó a lo largo de más de una década, unificó al país y significó la peor derrota millitar y política de Estados Unidos.
La ex Saigón, antigua capital de la que fuera colonia francesa de Cochinchina, vistió todas sus galas para celebrar el acontecimiento, con profusión de banderas y pancartas con propaganda apuntando a revivir los hechos salientes de la guerra de liberación que culminó el 30 de abril de 1975.
Ese día, las columnas guerrilleras del Vietcong tomaron al mediodía el Palacio Presidencial, hecho que simbolizó la caída del gobierno del entonces Vietnam del Sur y el fin de la guerra que ocasionó más de dos millones de muertos vietnamitas, y alrededor de 58.000 soldados estadounidenses.
Gigantografías con la imagen histórica de un tanque T54 derribando la reja del Palacio o con la bandera del Vietcong roja, azul y con una estrella amarrilla en el centro flameando en el balcón del edificio, se podían observar en el centro de la ciudad.
Además, innumerables imágenes del conflicto, con su carga de muerte y destrucción, pero también otras mostrando a sonrientes columnas de combatientes, que a la postre derrotaron al ejército más preparado y poderoso del mundo.
«El imperialismo es un tigre de papel», dijo en ese entonces el líder chino Mao Tse Tung, aliado de Hanoi al igual que la ex Unión Soviética.
El acceso de público estuvo restringido al homenaje que autoridades políticas y militares rindieron a los veteranos de la llamada «guerra americana» frente al hoy Palacio de la Reunificación.
Uno de aquellos soldados es Tran Be, un vigoroso anciano de 90 años que llevaba hoy el mismo traje con el que entonces contribuyó a asaltar el Palacio.
«Estoy muy contento por el homenaje y por seguir vivo después de haber perdido a tantos amigos en la guerra. Estoy muy orgulloso de mi país, hemos pasado de sufrir una gran pobreza a ser un país en desarrollo y creo que pronto Vietnam será rico», citó a Tran Be la agencia de noticias EFE.
Pese a que el actual Vietnam es muy diferente al de 1975 y a que la mayoría de sus habitantes no vivieron la guerra (la media de edad es de 29 años y el 87 por ciento de la población tiene menos de 54 años), muchos jóvenes presenciaron la celebración con interés y agradecimiento hacia sus mayores.
«Es bonito que tanto tiempo después se siga reconociendo y homenajeando a nuestros héroes», dijo Hjo Linh, una joven de 24 años nieta de un soldado del Ejército del Norte.
Desde hace unos años la actual República Socialista de Vietnam dejó de lado parte de los principios doctrinarios iniciales y se fue abriendo al capitalismo, un proceso que llegó a su punto álgido con su acceso a la Organización Mundial del Comercio en 2006.
La actual dirigencia vietnamita implementó el Doi Moi o «Economía de Mercado orientada hacia el socialismo», aunque sus críticos señalan que aún hay atrasos en el plano de la concepción del Estado y de la vida política tal como se las practica en Occidente.
La hostilidad producto de la guerra se fue de todas maneras disipando y ya durante el gobierno del ex presidente Bill Clinton, Estados Unidos y Vietnam retomaron sus relaciones diplomáticas y mantienen hoy una relación comercial definida como preferente.
Sin embargo, pese a la cercanía entre Hanoi y Washington, algunas de las heridas entre vietnamitas que lucharon en bandos opuestos siguen sin cerrarse.
Los que no tuvieron la suerte de escapar en helicópteros estadounidenses durante los caóticos últimos días de abril de 1975, fueron castigados con varios años de trabajo forzado por haber apoyado al Gobierno pronorteamericano.
Uno de ellos, Nam Dinh, de 65 años, se gana la vida como conductor de ciclo, el taxi a pedales con el que pasea a turistas por el centro de la antigua Saigón.
«Pasé tres años en campos de trabajo, apenas nos alimentaban y teníamos que buscar plátanos en la selva», recuerda con amargura. Hoy dice que no le interesa hablar de política y afirma que sólo espera que el país mantenga el fuerte desarrollo económico iniciado en la década de los 90. «Mis siete hijos tienen trabajo y el país va mucho mejor. Sólo quiero -afirma- que ellos tengan un buen futuro».