Cuando el presidente Mauricio Macri empezó su presentación personal en el debate presidencial estaba algo nervioso. Mientras, Alberto Fernández saludaba con la mano a los invitados de la primera fila o les guiñaba el ojo, porque el candidato del Frente de Todos jugó de local: se formó en la Facultad de Derecho de la UBA, en la que aún da clases. Antes de entrar, tomó una gaseosa de pomelo. Y para este segundo debate, además de su mesa chica, lo acompañó Fabiola Yáñez, su pareja, sentada en primera fila, que iba y venía en los intervalos. El presidente Macri, por su parte, apeló esta vez a la presencia del asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien no se dejó ver demasiado en el recinto, pero estuvo. Los invitados de uno y otro bando creyeron ver a un Macri «más armado» que en el primer debate, pero ninguno cree que el evento vaya a modificar la ventaja que lleva Fernández en las encuestas de cara a la elección del 27 de octubre.
A diferencia de lo que ocurrió en el debate de Santa Fe, donde el Paraninfo era pequeño, en la UBA hubo mayor despliegue a invitados. Alejandro Rozitchner se sacaba selfies mientras conversaba con otros macristas, algunos más visibles que otros.
En este segundo y último debate en la UBA, después del que se hizo el domingo anterior en la Universidad del Litoral, los contendientes fueron más agresivos. Sobre todo Mauricio Macri. «El Presidente estuvo más sólido: mintió con más convicción» dijo a este diario un dirigente del Frente de Todos invitado a presenciar el evento.
En el primer intervalo, después de la discusión de los bloques temáticos Seguridad y Empleo, desde ambos equipos de campaña comentaban que el primer round había sido «golpe por golpe». En ese primer descanso, Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y Taty Almeida, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, dijeron a PáginaI12 lo indignadas que estaban con las mentiras de Macri. «El primero en decirle corrupto a su padre muerto fue Macri», dijo Estela, en referencia a la queja del Presidente porque Fernández le recordó la corrupción de su fallecido progenitor. Estela agregó que veía «muy viejito» a Roberto Lavagna y calificó de «deleznables» las propuestas de José Luis Espert (que amenazó al dirigente de la CTEP Juan Grabois) y de Juan José Gómez Centurión. Taty, por su parte, destacó la «serenidad» de Fernández y lo definió como una persona creíble. Estela y Taty fueron invitadas del Frente de Todos. Graciela Fernández Meijide también fue de la partida y, todo parece indicar, convocada por el Presidente.
Durante la primera parte del debate, Macri no miró a Fernández cuando hablaba. Fernández sí lo miraba. Estaban uno al lado del otro y en un momento, mientras hablaba Espert, a Macri se le cayeron unos papeles; Fernández hizo un gesto para ayudarlo a levantarlos. Pero el Presidente se apuró a recogerlos solo.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se sentó muy adelante junto a su pareja, Guillermo Yanco. En la última fila, casi imperceptible, estaba el ministro de Justicia, Germán Garavano. También presenciaron el debate, por Juntos por el Cambio, el candidato a vicepresidente Miguel Angel Pichetto, el diputado Mario Negri y el ministro de Modernización, Andrés Ibarra.
«Previsible Mauricio Macri, sólido Alberto. Cada uno jugó para su hinchada», dijo a este diario un hombre de la mesa chica de Fernández que lo asesoró en las pausas. En las filas de Macri afirmaron que el Presidente estuvo más «armado» y al ataque. También en la oposición reconocieron una mejora de la performance del Presidente.
Sin embargo, ni tirios ni troyanos creen que el segundo debate haya servido para mover el fiel de la balanza de los votos. Más bien lo consideraron una obligación. Pero el salón estaba lleno. Por el Frente de Todos, esta vez hubo más presencia de candidatos de la Ciudad de Buenos Aires: desde el candidato a jefe de gobierno porteño, Matías Lammens, pasando por los candidatos a diputados Fernando «Pino» Solanas, Victoria Donda y la candidata a senadora Dora Barrancos, todos dijeron presente. También estuvieron Julio Bárbaro, el diputado José Ignacio de Mendiguren, los empresarios Daniel Hadad y Daniel Vila y el gobernador de Tucumán, Juan Manzur.
«Macri estuvo más despierto que en Santa Fe y no se dejó primerear por Alberto. Golpe por golpe. Buenas chicanas de Espert y Del Caño. Y el mejor cierre sin dudas fue el de Fernández», resumió a este diario uno de los presentes.
El presidente de Fiat, Cristiano Ratazzi, León Arslanián, el constitucionalista Daniel Sabsay y el diputado Daniel Arroyo formaron parte del auditorio, además de Alberto Barbieri, rector de la UBA.
A los seis candidatos se los notó más cansados. Es natural: comienza la última semana de una campaña intensa y el agotamiento es moneda corriente. «Macri les habló a los propios», dijo a este diario un candidato del FdT que notó más sólido al Presidente, pero que cree que a pesar de que habló de entrar en la segunda vuelta, lo único que está haciendo es detener la fuga de votos en un escenario que le da al Frente de Todos una ventaja de más de veinte puntos. Y es cierto que desde Juntos por el Cambio se esforzaron más en esta ocasión porque sabían que esta era una última chance para detener la sangría: desde muy temprano, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, estuvo disponible para dar notas a los periodistas que las requirieran.
Se habló mucho entre los presentes de la mayor solidez del candidato a presidente del FIT, Nicolás del Caño. Y Myriam Bregman lo fue a apoyar desde temprano.
A diferencia del debate en la Universidad del Litoral, muchos periodistas ingresaron directamente al recinto y pudieron conversar y hacer notas con los invitados.
Terminó la etapa de los debates obligatorios. Queda por saber si lo ocurrido en la Facultad de Derecho de la UBA logró que alguien modificara su voto.