La crisis en Cataluña dominó la discusión entre los líderes del Partido Socialista, el Partido Popular, Ciudadanos, Unidas Podemos y la fuerza radical Vox, en el único debate presidencial de cara a las elecciones del próximo domingo.
El debate de candidatos a presidir el Gobierno español fue el último gran acto de la campaña para alterar la tendencia del voto cuando falta menos de una semana para los comicios. Las encuestas marcan que el PSOE será la fuerza más votada, pero sin apoyos suficientes para formar gobierno en solitario.
Sin embargo, las más de tres horas de debate televisado no dejaron grandes ganadores ni grandes perdedores, y tampoco ofrecieron alguna novedad sobre los pactos posibles después del 10 de noviembre. El PSOE y el PP negaron la posibilidad de realizar una gran coalición, Unidas Podemos pedaleó en el aire con su apuesta a la coalición, y Ciudadanos y el PP se enzarzaron en un duelo desprolijo cuyo único ganador fue Vox, por la seguridad con que exhibió su programa de corte xenófobo y ultranacionalista.
En el primer bloque del debate, las fuerzas de derecha, Partido Popular, Ciudadanos y Vox coincidieron en cesar al líder del Gobierno catalán Quim Torra, y en la necesidad de devolverle al Estado español el poder “perdido” en favor de las Comunidades Autónomas. El más gráfico fue Albert Rivera, que enseñó un supuesto adoquín de las veredas de Barcelona que había sido utilizado como proyectil contra la policía en las protestas soberanistas recientes, y que representaba una “amenaza al Estado de derecho”; mientras que el más explícito fue Santiago Abascal, que habló de un “golpe de Estado” continuado por los líderes catalanes, con fecha de inicio en la gestión del expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol.
La sorpresa, sin embargo, fue la receta del PSOE, que se alejó de la mano tendida de meses atrás cuando impulsaba un diálogo con los sectores independentistas de Cataluña, y apostó por un programa de corte más duro. El líder socialista y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, prometió incluir el delito de referéndum ilegal en el Código Penal, modificar la Ley Audiovisual General con la cual podría frenarse el discurso soberanista en los medios de comunicación autonómicos, e impulsar una asignatura sobre educación en valores civiles, constitucionales y éticos que intercediera en la educación de las autonomías.
En ese marco, el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, quiso buscar la complicidad de Sánchez para contrarrestar las propuestas de la derecha. “No nos tenemos que achicar ante esta derecha ignorante y agresiva que dice que no hay países plurinacionales, señor Sánchez”, dijo el dirigente morado después de recordar una declaración del socialista en el que reconocía la “plurinacionalidad” de España. Sin embargo, Sánchez no le siguió la corriente, y le recordó que el PSOE no coincidía con Unidas Podemos en que se celebre un referéndum en Cataluña, y menos en que los líderes condenados eran presos políticos.
El coro de propuestas duras contra Cataluña se filtró en el resto de los capítulos del debate, desde las políticas de Igualdad a la Memoria Histórica y la exhumación del dictador Franco. Ni siquiera la economía, que muestra indicios de ralentización y preocupa al Gobierno y la oposición por igual se libró de debate. Mientras Pablo Iglesias planteaba subir el salario mínimo, Albert Rivera proponía eliminar los contratos temporales, Pablo Casado hablaba de rebajas fiscales y Sánchez prometía una transición ecológica con más de 300 mil empleos nuevos, el líder de Vox denunciaba al sistema autonómico como el gran agujero negro del Estado español.
Otra de las singularidades del debate fue el discurso xenófobo de Vox. En más de una ocasión, Santiago Abascal pidió terminar con la atención médica para los extranjeros en situación irregular, y afirmó que la mayoría de las “manadas” que producían violaciones en el país estaban compuestas por menores de otros países. Un discurso que choca con informes del Estado español que señalan que el 76% de los delitos (incluidos los sexuales) en el país son cometidos por españoles.
Aprovechando los exabruptos de Abascal, Sánchez instó a Ciudadanos y el Partido Popular a que reconociera si pactarían con Vox un Gobierno de coalición. “Ya sabemos lo que propone la ultraderecha a sus socios Rivera y Casado: acabar con las comunidades autónomas, derogar la Ley de violencia de género, ilegalizar el aborto (…), y callan, callan”, dijo el líder socialista antes de llamar a ambas fuerzas “la derecha cobarde” y la “derecha agresiva” de Vox.
A diferencia del debate previo a las elecciones de abril, en que Sánchez terminó titubeante, y la templanza de Iglesias zanjó la discusión de izquierda a favor del dirigente morado, esta vez los roles se invirtieron. El jefe de Unidas Podemos no logró imponerse ante el ruido que producían la discusión de la derecha, y el discurso electoralista de Sánchez que, en medio del debate, miraba a cámara y desglosaba sus propuestas: desde una vicepresidencia económica a disolver la fundación Francisco Franco.
En todo caso, los electores de izquierda habrán visto con mayor claridad que la alternativa de una coalición no está en los planes de Sánchez, y que solo la extrema necesidad podría volver a ponerla sobre la mesa de negociación. Eso, siempre y cuando el PSOE sea la fuerza más votada, y los partidos de derecha no consigan más escaños que las fuerzas de izquierda. Al final, y como dejaba en evidencia el debate, las riñas entre los líderes derechistas no impiden la formación de un Gobierno (como en Andalucía y en Madrid), mientras que las diferencias entre la izquierda, han llevado a los españoles a celebrar este domingo las segundas elecciones generales.